En una tarde oscura de domingo, vale la pena parar un
momento y ponerse a pensar… pensar, no de una forma matemática, tampoco
melancólica, pero si reflexiva y tranquila. Empieza la rutina y con ella los
agobios de que te falte el tiempo, el aire y el agua fresquita de ese verano
que ya empieza a decirnos adiós. Sin embargo, no me resulta triste dejar paso
de nuevo a una estación, a un periodo dominado por la ilusión, la aventura y
por la acción de asomar la cabeza por la ventana de lo nuevo, lo actual que ya
es pasado, un pasado muy reciente que vale la pena recordar.
Siempre nos han dicho que hay que aprovechar cada minuto,
¡mira si la vida es demasiado corta que la medimos en apenas dos días! Sin
embargo, pienso que tenemos el poder de detener el tiempo cuando queramos, sin
necesidad de máquinas futuristas, ni películas de ficción. La mente humana es
lo suficientemente maravillosa para almacenar nuestro ayer, nuestro ahora y
nuestro mañana, ya que ¿quién no ha
soñado alguna vez despierto con lo que le podría suceder al día siguiente?
Yo ahora, en este
domingo nublado, quiero echar un vistazo a mi pasado reciente: a las tardes de
verano tumbada al sol, las rutas en bici más sencillas de lo que me esperaba, a
esas noches de estrellas fugaces mezcladas con risas y llantos de felicidad.
Esos días de fiestas bilingües en los que las amistades recientes parecían las
de toda la vida, el reencuentro con la familia, con la naturaleza, aquella que
me volvía a decir: “bienvenida a casa, respira hondo y déjate llevar”… Paseos en tándem por una isla extranjera con
los brazos abiertos, los ojos cerrados, el corazón palpitante y la sonrisa
enyesada. Los atardeceres melancólicos del fin del verano a vista de un pájaro
de metal…
Por todo esto, y por muchas otras aventuras
“incondensables” a causa de su valor incalculable, ha llegado a una pequeña
pero poderosa conclusión: LA VIDA ES
BELLA… ya se ha dicho en muchos libros, se ha demostrado en el cine y se ha
proclamado en multitud de discursos. La cuestión es ¿De qué manera podemos
confirmarlo? Yo no afirmo esto porque me lo diga Hollywood, lo digo
porque incluso en los días más negros, podemos emplear nuestra memoria para
parar el tiempo y teletransportarnos a un pasado de cuento, o a un futuro tan
incierto como emocionante… y que por muy malas etapas que padezcamos, en cada
día hay siempre algo o alguien que nos recuerda que no siempre estuvimos
deprimidos y desconcertados a la hora de seguir adelante.
Dejemos de mirar el reloj, el calendario, e incluso al
que tenemos o no tenemos al lado… dediquemos siempre unos segundos a charlar
cómodamente con nuestra conciencia, a sopesar si es conveniente que la tristeza
sea más pesada que la alegría en este instante. Si hubo días en los que no
pudimos parar de reír y de disfrutar con los cinco sentidos ¿Por qué vamos a quitarle sentido a la
felicidad de nuestro presente? Desquitémonos de esos vicios pretenciosos y
digamos más “gracias por todo lo que nos sucede” y menos “por qué nos pasa esto a nosotros”.
Hoy, en esta tarde clareada de domingo, he querido
detener mi reloj escribiendo estos pequeños pensamientos, porque me hacía más
feliz mirar a los placeres del pasado reciente que a las responsabilidades de
este lunes… ¡Sí, mañana es lunes! Y me pregunto: ¿Qué ilusiones me deparará
este día tan temido por todos? Reservaré
otra hora del día para planteármelo, mientras tanto, disfrutaré de mis pequeños
pero poderosos recuerdos…
1 comentarios:
Parar relojes, es complicado. Parar instantes, acaba perdurando en el tiempo.
Besitos.
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