"La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea algo interesante" Paulo Coelho




NADA TE TURBE

martes, 15 de enero de 2013



Nunca borraré de mi memoria uno de los momentos más preciosos de mi corta existencia. Jóvenes sentados en el frío suelo con la cabeza agachada: pensando, rezando, llorando e incluso algunos diría que soñando. Yo me encontraba en un estado de reflexión interna que nunca había llegado a experimentar… lo más cercano había sido en mis muchas escapadas en solitario hacia alguna montaña; sin embargo, los sentimientos que experimenté en ese momento no se podían equiparar a una reflexión banal colgada de lo alto de un monte. Esto era mucho más profundo: un examen interno sobre mí misma, sobre mi familia, amigos y creencias… sobre la persona que en esos momentos apoyaba su cara contra mi espalda y me abrazaba la cintura con fuerza para sentirme cerca en un momento tan íntimo, tan cercano a Dios. 

Unos instantes en los que las lágrimas comenzaron a salir tímidamente por mis ojos emocionados ante tanta paz… al darme la vuelta para mirar un par de ojos bonitos, me di cuenta de que estos también estaban húmedos y al borde del desborde. Las caricias fueron el consuelo de una alegría espiritual que poco se puede comparar a una ilusión corriente. Un abrazo de más de un minuto en el que nos acunamos mutuamente, nos dimos las gracias y pedimos perdón por nuestros errores uno al otro y frente a Dios: el factor que hacía que ese momento estuviera cargado de una espiritualidad sin límites. Era el último día, la última oración de unos encuentros europeos de jóvenes creyentes que habían dejado tras de sí miles de vivencias, que guardaban experiencias de reflexión y de búsqueda.

Cada persona tendría sus propias preocupaciones, diferentes peticiones, aspiraciones dispares de todos estos días. Yo no tenía una misión concreta ni una intención determinada: me dejé acunar por las notas de aquella música envolvente y me sumergí en el ambiente del silencio y del examen de conciencia. Tenía mucho que agradecer y nada que reprochar, solo dar gracias por poder ser consciente de que todo lo que estaba viviendo era de las experiencias más enriquecedoras de mi vida. Gracias a un primer regalo que aterrizó entre mis brazos he sido capaz de emprender un viaje por medio de unos valores compartidos que nos hacen ser más fuertes y nos enseñan a no perder nunca la fe. Si algunos no buscaban la fe en Dios al menos lo tuvieron que encontrar en el futuro: en aprender que no hay que perder la esperanza y que después de la tormenta siempre llega la calma. 

Hubo muchos momentos emotivos en esta travesía, pero siempre guardaré en corazón el instante en el que el mundo era ajeno a nosotros, porque estábamos experimentando una realidad alternativa. Con la misma música envolvente nos fundimos  entre lágrimas y sonrisas, sin palabras nos dijimos todo, sin más gesto que un abrazo sincero pusimos punto y seguido a una de las semanas más bonitas que habíamos compartido.  Porque el sentimiento era el mismo, pero el matiz más intenso y poderoso que nunca… un instante fugaz que habría dejado durar para toda la eternidad.