"La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea algo interesante" Paulo Coelho




Que se pare el reloj y que vuelva lo bueno

domingo, 21 de septiembre de 2014



En una tarde oscura de domingo, vale la pena parar un momento y ponerse a pensar… pensar, no de una forma matemática, tampoco melancólica, pero si reflexiva y tranquila. Empieza la rutina y con ella los agobios de que te falte el tiempo, el aire y el agua fresquita de ese verano que ya empieza a decirnos adiós. Sin embargo, no me resulta triste dejar paso de nuevo a una estación, a un periodo dominado por la ilusión, la aventura y por la acción de asomar la cabeza por la ventana de lo nuevo, lo actual que ya es pasado, un pasado muy reciente que vale la pena recordar. 

Siempre nos han dicho que hay que aprovechar cada minuto, ¡mira si la vida es demasiado corta que la medimos en apenas dos días! Sin embargo, pienso que tenemos el poder de detener el tiempo cuando queramos, sin necesidad de máquinas futuristas, ni películas de ficción. La mente humana es lo suficientemente maravillosa para almacenar nuestro ayer, nuestro ahora y nuestro mañana, ya que ¿quién no ha soñado alguna vez despierto con lo que le podría suceder al día siguiente?

Yo  ahora, en este domingo nublado, quiero echar un vistazo a mi pasado reciente: a las tardes de verano tumbada al sol, las rutas en bici más sencillas de lo que me esperaba, a esas noches de estrellas fugaces mezcladas con risas y llantos de felicidad. Esos días de fiestas bilingües en los que las amistades recientes parecían las de toda la vida, el reencuentro con la familia, con la naturaleza, aquella que me volvía a decir: “bienvenida a casa, respira hondo y déjate llevar”…  Paseos en tándem por una isla extranjera con los brazos abiertos, los ojos cerrados, el corazón palpitante y la sonrisa enyesada. Los atardeceres melancólicos del fin del verano a vista de un pájaro de metal… 



Por todo esto, y por muchas otras aventuras “incondensables” a causa de su valor incalculable, ha llegado a una pequeña pero poderosa conclusión: LA VIDA ES BELLA… ya se ha dicho en muchos libros, se ha demostrado en el cine y se ha proclamado en multitud de discursos. La cuestión es ¿De qué manera podemos  confirmarlo? Yo no afirmo esto porque me lo diga Hollywood, lo digo porque incluso en los días más negros, podemos emplear nuestra memoria para parar el tiempo y teletransportarnos a un pasado de cuento, o a un futuro tan incierto como emocionante… y que por muy malas etapas que padezcamos, en cada día hay siempre algo o alguien que nos recuerda que no siempre estuvimos deprimidos y desconcertados a la hora de seguir adelante.

Dejemos de mirar el reloj, el calendario, e incluso al que tenemos o no tenemos al lado… dediquemos siempre unos segundos a charlar cómodamente con nuestra conciencia, a sopesar si es conveniente que la tristeza sea más pesada que la alegría en este instante. Si hubo días en los que no pudimos parar de reír y de disfrutar con los cinco sentidos ¿Por qué vamos a quitarle sentido a la felicidad de nuestro presente? Desquitémonos de esos vicios pretenciosos y digamos más “gracias por todo lo que nos sucede” y menos  “por qué nos pasa esto a nosotros”. 

Hoy, en esta tarde clareada de domingo, he querido detener mi reloj escribiendo estos pequeños pensamientos, porque me hacía más feliz mirar a los placeres del pasado reciente que a las responsabilidades de este lunes… ¡Sí, mañana es lunes! Y me pregunto: ¿Qué ilusiones me deparará este día tan temido por todos?  Reservaré otra hora del día para planteármelo, mientras tanto, disfrutaré de mis pequeños pero poderosos recuerdos… 



Hay un amigo en mí

jueves, 27 de marzo de 2014



Te has ido en paz... y eso nos consuela. La maldita enfermedad contra la que has estado luchando te ha apartado de nuestro lado antes de tiempo… ha sido tu cruz, pero también tu cara en cierto modo: porque te diste cuenta de que la vida está para disfrutarla en cada momento, con cada mínimo atisbo de alegría. Eso es lo que nos has querido transmitir desde que te conocimos, que nada debe de importar salvo el hacerte feliz a ti mismo y a los que te quieren de verdad. 

Cómo disfrutabas sorprendiendo a los demás, cómo te entregabas cuando unos madrileños inexpertos marchaban para tierras asturianas con el fin de disfrutar de la buena gente que puebla esos parajes de ensueño;  un paisaje del que tú te enamoraste y del que tanto presumías orgulloso delante de todo aquel que pasara por allí. 

Muchos son los recuerdos que tengo de ti, y todos llevaban siempre una enseñanza: aprender a pescar sin caña en estaca de Bares, a disfrutar como nunca del paisaje en Cabo Peñas, a encontrar la paz interior en Aguascaídas… aunque tengo un recuerdo tan especial como sencillo: una noche de comida campestre frente al mar… solo se precisaba de una navaja, chorizo, queso, sardinas y un trina de manzana como bebida popular. Sentados en una mesa de picnic  el conjunto hizo de esa cena improvisada  la más lujosa de las comidas, porque acompañada de una buena conversación, no precisábamos más que nuestra compañía, complementada con  el sonido del rugir del mar  chocando contra el rompeolas.  Siempre demostrabas que no se precisaba de grandes lujos para ser feliz, y ese instante fue el mejor ejemplo de ello. 

Por esto y por todo lo que has hecho te quiero dar las gracias, de todo corazón, porque desde el momento en el que una familia getafense cruzó las puertas de tu amada sidrera hiciste que nuestro concepto de amistad cambiara por completo. Gracias de corazón, a ti y a toda tu familia, por hacernos sentir parte de vosotros. Gracias de todo corazón por ser tan buen amigo. 

Nunca querías despedirte, y has seguido fiel a tus principios hasta el final. Porque siempre decías que no hay que decir adiós, sino hasta pronto… y es que el marchar dolía, pero siempre nos quedaba la esperanza de que pronto nos veríamos de nuevo.  Esta vez has tomado ventaja, pero como siempre sabías cómo mandar, yo seguiré firme en pensar que esta despedida no es un adiós sino un hasta luego.  Porque todos sabemos que no te has ido lejos, ni mucho menos, simplemente has pasado a formar parte de esa Patria Querida que tanto amabas. Disfruta de la paz güelu querido, esa que tanto te mereces.
  




Con todo el cariño del mundo, estas palabras para mi amigo Jaime y para su querida familia

QUERIDO 11 DE MARZO

martes, 11 de marzo de 2014



10 años han pasado ya, y la huella tan profunda que dejó me hace pensar que ha sido cosa de un pasado muy reciente, casi inmediato. Y es que desde que Madrid  explotó, todos temblamos, todos nos solidarizamos con el dolor de quienes iban en esos trenes y de aquellos que les esperaban en sus casas, en sus oficinas o universidades, en los sitios en los que debían de estar y  finalmente no llegaron. 

Ni la persona  más pecadora de esos cercanías se merecía ni una décima de lo que ocurrió, porque por mucho mal que se pueda hacer, el perdón siempre está dispuesto a darse. Pero nadie tiene derecho a quitar la vida a otra persona, porque no solo eliminas prematuramente el mañana de alguien, sino que borras del mundo a ese hombre, mujer o niño, que posiblemente estaba destinado a ser una persona de bien,  incluso porqué no, alguien importante… pero ante todo una persona respetuosa con la vida de los demás, algo que  no hicieron los que cometieron tal atrocidad, y por lo que de una manera o de otra pagarán las consecuencias, en esta vida o en la que viene. 

¿Culpables? Llega un punto que no se precisan nombres ni apellidos… pasada ya una década lo que se pide es que se respete y que no se mienta. Porque no hay nada más rastrero que mentir a víctimas de una catástrofe con la que nunca han contado, y nunca hubieran deseado ser partícipes forzados. Quien haya sido culpable o supiera que tal tragedia iba a ocurrir llevará para el resto de su vida una marca… puede que no sea visible a simple vista, pero en la conciencia quedará siempre grabada. Puede que sigan con sus vidas normalmente, pero sólo por haber  participado en la consecución, caminan por las calles muertos en vida, porque una persona que tiene la sangre fría de quitar la vida a otras muchas,  por cada víctima que se añadía a la lista una parte de esos culpables moría con él, dejando un cuerpo vacío de alma, carente de humanidad. Que aunque parezca alguien corriente, se trata en verdad de un alma en pena que tiene ya su castigo y lo seguirá teniendo para el resto de su vida. 

El corazón de España explotó y todos temblamos: ambulancias por todas partes, personas desorientadas, todo el mundo en vilo frente al televisor, la radio o Internet, todo se paró por un momento y la calma era el sonido que más se echaba de menos. Aunque tras él vino la rabia social y el ¿por qué pasó esto? Como bien dice una de las que tuvo la suerte de salvarse: “hay muchos porqués en el aire que no tienen respuesta”.  Ya no podemos preguntarnos esto, porque lo que hay que hacer es mirar hacia adelante, pero siempre que regresemos al recuerdo que sea para tener muy presente las 192 víctimas…  de la primera a la última. Porque ellos han sido ángeles que marcharon antes de lo previsto, y su destino desgraciadamente fue inesperado, cruel e injusto. 

Pero ellos no lo sabían, nadie podía imaginárselo, por eso el 11 de Marzo de cada año es un día para mirar atrás en nuestro camino, mirar atrás y dejar por unos instantes nuestros quehaceres diarios, para tener en nuestras mentes y corazones a esas personas que iniciaron un viaje en tren que se ha alargado más de lo previsto… todos los que aquí quedamos cogeremos algún día ese mismo tren, aquel cuyo destino podrá reunirnos de nuevo con aquellos que hoy, día 11 de marzo, son y serán para siempre los protagonistas de nuestros pensamientos. 




Dedicado con todo el cariño del mundo a los fallecidos y familiares de la tragedia del 11-M