"La posibilidad de realizar un sueño es lo que hace que la vida sea algo interesante" Paulo Coelho




Recuerdo de una emoción descatalogada

miércoles, 5 de junio de 2013



Todos tenemos personas en el mundo que nos enternecen con solo mirarlas y escucharlas. Suele suceder con familiares, aunque es aún más impactante cuando sucede en hombres y mujeres que no conocemos más allá de las pantallas. 

Cuando yo era muy pequeña, me hacía ilusión ver a los famosos por la televisión: actores, cantantes, deportistas… aunque bien sabía que era porque me dejaba llevar por la espectacularidad del hecho de ser una estrella mediática, no por los logros de todos ellos. 

Sin embargo, esa persona especial que logró captar mi atención no presumía de ser rico, ni tampoco de tener coches lujosos, ni casas de película; sino que era el reflejo de la sencillez y la humildad. Todavía era pequeña para entender la importancia de este hombre, pero deducía que si salía en la tele como tantos otros, era porque tenía una misión especial en la vida. 

Era día dos de abril de 2005, mi familia y yo veníamos de disfrutar de un concierto de Mark Knopler en el antiguo palacio de los deportes. Mi padre, antes de irnos a dormir, puso el teletexto y vio una noticia que enfrió el alegre ambiente post-concierto: El Papa había muerto. Tras conocer la noticia mis padres se entristecieron mucho, en especial mi madre, que lloró la muerte de ese hombre de blanco que tantas veces apareció en los medios durante esas semanas.Yo sabía que estaba mal de salud, pero no esperaba que se anunciara su muerte tan pronto. 

Anterior a este momento, tuvimos la suerte de poder verle en persona en su última visita a España en el 2003. Yo hasta entonces no me percaté de la importancia de ese acontecimiento… hasta el día de su muerte no supe cuán de importante era ese hombre para tantas personas. 

Al día siguiente se retransmitió su velatorio y la celebración de su entierro. Sin embargo, mi pequeño pensamiento rondaba en saber más sobre Juan Pablo II. Ese día también emitieron un reportaje de su vida, por lo que me dediqué a saber quién era en realidad, antes de despedirme de él. Prefería decir adiós a un conocido cercano que a un ilustre desconocido. 

Supe que en realidad se llamaba Karol Wojtyla, que era polaco y que padeció en sus propias carnes la crueldad del nazismo contra la humanidad. También que luchó por la caída del Muro de Berlín… entre otros muchos gestos en nombre de la Iglesia. 

Yo vi ese documental siendo consciente de  que no iba a entender la totalidad del mensaje, pero fue suficiente para poder decir adiós a un hombre santo y no a un cura de blanco y jefe de los cristianos.
Mi interés por saber más de este Papa aumentaba conforme pasaban los años y ganaba en madurez.

 En el año 2010 tuve la oportunidad de hacer mi primer viaje fuera de España. Nada más y nada menos que un tour de fin de curso por las ciudades más emblemáticas de la "bella Italia". La ruta finalizaba en la capital del país: Roma, la cuna del arte, de la belleza a pie de calle, la eternidad de la historia enfrascada en todos sus rincones. Fueron unos días de ensueño, parecía que todo estaba hecho a mi justa medida.

Cuando llegamos a Roma, el Coliseo fue el huésped que nos abrió las puertas a una de las ciudades más bellas del mundo. El último día estaba dedicado para visitar el Vaticano y sus interiores. Vimos la grandiosidad divina de la Capilla Sixtina, que todo aquel que aprecie el arte sabrá que es digna de emoción, de congoja y de adulación. 

El resto de la visita era tiempo libre, por lo que fuimos a ver el interior de la Basílica de San Pedro… pocos momentos fueron los que pude mantener la boca cerrada ante tanto esplendor. Si debía existir un sitio donde habitara Dios, sin duda era en el Vaticano. 

Pero me faltaba aquello que había guardado para mí durante todo el viaje: quería visitar la tumba de ese hombre de blanco que en el día de su entierro, sin saber porqué, me hizo llorar desconsoladamente, como si hubiera perdido a un familiar.

La entrada a las tumbas papales te invitaba de forma indirecta al recogimiento, a la oración y al silencio. Era un lugar sobrio, cubierto en piedra y algo estrecho, lo que te dificultaba andar deprisa. Vi que muchas personas se agolpaban en torno a una pequeña cueva iluminada y custodiada por dos guardias suizos… sabía que era allí donde debía ir. 

Me acerqué y pude ver el mármol blanco de la lápida: Ioannes Paulus II, con una rosa roja sobre la piedra. Un grupo de monjitas estaban de rodillas rezando frente a la sepultura... movida por un sentimiento impulsivo, me arrodillé como ellas y me puse a llorar… no sabía el por qué de ese impulso, pero sabía que ese lugar tenía algo de divino, porque me dio paz. Algo que no podía experimentar cuando le vi la primera y única vez, pero en mi cabeza rondaba la idea de que ese recuerdo perduraría y lograría hacerse un hueco en mi corazón, y así pasó… 5 años después. 

Este año he tenido la dicha de volver a esa ciudad, a ese Vaticano imponente, a ese recogimiento; además acompañada de la persona que quiero. Buscaba la misma situación, pero Karol me volvió a sorprender: esta vez estaba en el interior del Vaticano, no en las criptas. Seguía en una pulcra lápida blanca, con el título de Beato delante del nombre. 

Esta vez tuve compañero de lágrimas, pudiendo ver que seguía siendo el mismo sentimiento: uno que no se puede describir con palabras, pero que hace que se te salten las lágrimas casi de forma automática.

 Alguien dijo una vez, que las lágrimas son la sangre del alma, sin embargo, las gotas que derramé ese día tenían un gusto de gratitud, de cercanía con Dios, de paz interna. Nada importaba en ese momento más que ese instante. 

Todo lo referente a este hombre Santo me llena siempre de felicidad. Es difícil de explicar, porque cuando sientes sosegar tus preocupaciones de una manera tan inmediata, crees de verdad que alguien intercede por ti, que está siempre a tu lado, siguiendo tus pasos erróneos y acertados. Por eso, desde el día de su muerte, puedo decir que Juan Pablo II nació y quedó siempre  conmigo.


"No tengáis miedo a la verdad de vosotros mismos"
Juan Pablo II


4 comentarios:

Luismi dijo...

Precioso lo que has escrito. Esta vez, has sido tú quien me ha emocionado.

MERY dijo...

Llevaba mucho tiempo queriendo escribir sobre él, pero era ayer por la noche cuando debía recordar :)

releante dijo...

Muy buen y bonito post, la verdad es que era un ser humano que llegaba directamente al corazón y las almas de las personas, por lo menos a mí siempre me emocionaba. Muy buen recuerdo que has traido. Muchas gracias. Un abrazo

MERY dijo...

Muchas gracias a ti por leerlo. Un abrazo muy grande.