Mi
malestar era profundo y preocupante, y tú no lo sabías… como un pequeño que se
ve incapaz ante nada y demasiado insignificante para realizar grandes gestas. Y
tú no podías saberlo, porque incluso siendo mi alma gemela, una parte de mi
mente está reservada solo a mí, siendo yo la única que decide compartirlo o bien
guardármelo para mí.
Tenía
miedo y me lo notaste… desnudé mi alma y vacié las preocupaciones de mi cabeza,
dejándolas en la habitación, girando sobre nosotros. Las cogiste todas al vuelo
y las hiciste desaparecer…NO TENGAS MIEDO, fueron tus palabras mágicas. Una
frase con un trasfondo tan poderoso que provocaste que mis lágrimas hicieran
presencia una vez más. Y aunque eso no es novedad, no eran lágrimas de agonía
ni de agobio, sino de liberación. Porque solo necesitaba compartir contigo
aquellas cosas que tanto me atormentan. Tu sola presencia a mi lado hizo de
medicina curativa, poniendo un parche en cada herida y un beso dulce en cada
pensamiento negativo.
No
siempre es así, y ese día fue especial. Las caricias valían por doble, los
besos sabían distintos, la conversación era sencilla, sincera y de forma
progresiva, de pronto, se tornó risueña… dejamos a un lado el aspecto más
oscuro, y conseguiste conducirme hacia ideas de futuro, hacia anécdotas de
felicidad.
Me llevaste de vuelta a nuestro mundo, aquel en el que tú y yo volvemos a ser dos
extraterrestres que viven en un lugar ajeno al dolor, en el que una caricia
vale más que mil regalos y promesas. Un lugar en el que el tiempo nos da la
espalda para dejarnos intimidad, dejando que fluya nuestro cariño,
encontrándonos cara a cara, sin distancias de por medio, sin barreras que impidan
un abrazo tan fuerte que dé hasta dolor de costillas.
Este
escrito no es una carta de amor, tampoco es un recuerdo elegido al azar. Es el
reflejo de mi concepción sobre lo que supone ser apoyo para una persona. Porque
todos, absolutamente todos, necesitamos de un hombro en el que llorar… la
diferencia entre un apoyo común y el de uno especial, es que este último no
solo te ofrece el brazo, también te entrega el corazón. Eso solo lo hacen las
familias, los buenos amigos, las buenas parejas.
Son
personas especiales, y esos momentos son fáciles de reconocer, cuando ocurren
lo sabes. Mantienes esos instantes mágicos en la memoria, haciendo todo lo
posible porque no caigan jamás en el olvido. Mi solución ante la mala memoria
es plasmarlo en alguna parte, otros tienen sus propios métodos… lo importante
es que esos instantes no acaben nunca, que llenen de luz nuestra vida cuando
menos nos lo esperemos… porque es una de las características de estos momentos
mágicos: que nunca sabes cuándo van a ocurrir.
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