Porque siempre hay algo de nosotros
mismos que nunca cambia; visible o no visible algo permanece inalterable en
nuestro interior. Un día de fin de verano cercano al día de hoy, mi hermana y
yo nos dedicábamos a recordar aquellos momentos de risas infinitas, de
expediciones fantásticas, de anécdotas irrepetibles. En una caja mágica
nosotros guardábamos aquellos recuerdos cuadriculados, impresos en papel
fotográfico a los que comúnmente denominamos fotografías. Aunque para nosotras
no eran simples trozos de papel, sino que representaban el transcurso de
nuestra vida enfrascada en fechas, lugares y compañías. Muchos han sido los
días felices rodeados de gente adorable, llena de alegría, aquella que lo único
que quiere es disfrutar del día a día siempre con buenas compañías.
Al coger el montón de fotos en
las que salíamos nosotras dos, eché la vista atrás y me puse a pensar en esos
años de risas, juegos y locuras desmesuradas. Cuando aún la pequeña de la casa
no sabía casi caminar y necesitaba de mi ayuda para transportarse siempre
subida a mi espalda. Esos días en los que yo era su pony y ella era una
princesa de cuento con una falda que hacía función de vestido por ser demasiado
larga para su pequeño cuerpecito, pero perfecta para dar rienda suelta a su
imaginación. Dibujos sin sentido, palabras incomprensibles, experimentos sin
pies ni cabeza… todo formaba parte de nuestro juego personal de una infancia en
la que un mundo paralelo e infantil era el mejor de todos los que podían
existir.
No recuerdo con exactitud todos esos días de juegos, pero esa misma noche una anécdota hizo que pudiera retornar a esos días de mi niñez: aquella misma noche, después de un día entero de desenterrar historias y tras unas horas con el ordenador, esa misma compañera de juegos hace ya más de diez años sale de su habitación, presa de un insomnio que no le permitía soñar con tranquilidad.
Me pidió por favor si me podía quedar con ella un ratito en su habitación para ayudarle a dormir, y como yo sé lo que se siente al tener examen al día siguiente y ver las horas pasar del reloj, me dije a mí misma que tenía que echarla una mano, nunca mejor dicho… ya que cuando me tumbé a su lado para rascarle la espalda y la cabeza viajamos en el tiempo y regresamos a nuestros primeros años: aquellos en los que una niña con miedo de los fantasmas y la oscuridad pedía ayuda a su hermana para que pudiera combatir a esos monstruos del mal.
Cierto era que yo no disponía en ese momento de una varita, ni de una espada, pero lo que sí tenía en mi poder era una mano mágica que según la pequeña de la casa era capaz de espantar a todos los monstruos de la noche. Y así fue, como en esa noche regresamos al pasado y la todavía pequeña de la casa volvió a pedir ayuda a mi mano mágica que tantas veces le ha salvado y que en un futuro inmediato, siempre estará dispuesta para combatir sus temores.
No recuerdo con exactitud todos esos días de juegos, pero esa misma noche una anécdota hizo que pudiera retornar a esos días de mi niñez: aquella misma noche, después de un día entero de desenterrar historias y tras unas horas con el ordenador, esa misma compañera de juegos hace ya más de diez años sale de su habitación, presa de un insomnio que no le permitía soñar con tranquilidad.
Me pidió por favor si me podía quedar con ella un ratito en su habitación para ayudarle a dormir, y como yo sé lo que se siente al tener examen al día siguiente y ver las horas pasar del reloj, me dije a mí misma que tenía que echarla una mano, nunca mejor dicho… ya que cuando me tumbé a su lado para rascarle la espalda y la cabeza viajamos en el tiempo y regresamos a nuestros primeros años: aquellos en los que una niña con miedo de los fantasmas y la oscuridad pedía ayuda a su hermana para que pudiera combatir a esos monstruos del mal.
Cierto era que yo no disponía en ese momento de una varita, ni de una espada, pero lo que sí tenía en mi poder era una mano mágica que según la pequeña de la casa era capaz de espantar a todos los monstruos de la noche. Y así fue, como en esa noche regresamos al pasado y la todavía pequeña de la casa volvió a pedir ayuda a mi mano mágica que tantas veces le ha salvado y que en un futuro inmediato, siempre estará dispuesta para combatir sus temores.
Te quiero mucho pequeñita :D
3 comentarios:
Esa entrada me trae recuerdos a Nenuco. Ojalá muchos días de vuestra vida fueran así.
Besitos
Adorable =)
Como vosotras ;)
Os quiero :)
adorables recuerdos a colonia de bebé y a esas risas que aún siguen como en esa época :) gracias a los dos por los comentarios
os quiero yo también :D
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