Estoy aquí para vivir,
pero no vivo por no ser capaz de decidir por mi cuenta. Hago siempre lo que se
considera correcto pero, como bien se sabe, la perfección y las verdades absolutas no existen.
Porque una persona le
haya ido bien en la vida, no significa que se deba seguir un patrón único para
alcanzar la felicidad. Los caminos son a cada cual más variopintos, pero no por
ello uno es más perfecto que otro.
Las vidas cambiantes no
son malas, porque todos de igual forma tenemos días malos y buenos, simplemente
son puntos de vista distintos que aplicamos a nuestra forma de ser y de actuar.
Las malas noticias no
las pone Dios como castigo por nuestros pecados, porque si así fuera, la vida
de las personas perfectas sería un cuento de hadas, y creo que nadie en este
mundo puede decir que nunca ha tenido problemas.
No estoy aquí para
hacer las cosas que quiero, pero tampoco las que debo: el derecho a equivocarme
y a decidir son parte de mi condición, y como persona que soy decido no hacer
siempre lo que los demás quieran, sino lo que yo decida; por otra parte, me
comprometo a hacerlo correctamente, con responsabilidad y sensatez… porque la
locura no es algo que me caracteriza, los que me conozcan lo saben.
Solo se necesita la
libertad para ser feliz, pero esa libertad debe estar cargada de valores,
aquellos que siempre me han acompañado y que me acompañarán. Una cosa son valores,
y otra muy distinta son patrones: no quiero seguir un patrón, quiero marcarme
mi propio destino. Los valores son la base, las decisiones son muchas, ¿quién
debe decidir?: tu propia persona.
Todo consejo está bien
recibido, pero un consejo se da con margen de error infinito, o de acierto,
según se vea o se experimente. Una decisión puede ser errónea y acertada, se ve
con el tiempo, pero lo que nunca se ve son las decisiones que no se toman por
miedo… el miedo borra nuestras huellas en el transcurrir de los días, porque si
pasas de puntillas, todo queda más insípido.
Las cosas que quieres y
las que debes buscan un punto común, ese punto viene cuando se decide, las consecuencias
son una multitud, pero estás enriquecen el alma porque vienen acompañadas de
experiencias que pueden marcarte, es verdad que pueden hacerlo para mal, para
sufrir, sin embargo, también pueden alegrarte la vida, ayudándote a disfrutar
de ella como bien se merece.
No pido nada, solo
seguir